Yo no quiero decir nada pero... esta entrega es una cagada 💩
Mi hipótesis es que no crecemos para alcanzar sueños ni cumplir objetivos de los que enorgullecernos, sino para ocuparnos cada vez más de la mierda.
Si tenemos hijos, tendremos que ocuparnos de mucha mierda durante muchos años, y si tenemos perros entonces ahí sí, estamos cagados (son en promedio 13 años de levantar mierda varias veces cada día). La única solución aparente para no tener que lidiar con tanta mierda al llegar a adultos sería permanecer soltero (estar en pareja no asegura la exención al problema) y prescindir tanto de hijos como de mascotas.
Cada vez que viajo sin perros pienso aliviada “Ahhhh una semanita de no juntar mierda, qué placer”; el foco se mueve inmediatamente del destino visitado hacia la sensación de liviandad resultante de no tener que juntar caca en bolsitas por unos días. Conviviendo con Clarita, o con alguna pareja, las conversaciones alrededor de la caca del animal eran mi preocupación más importante: si no paseaba yo a los perros, necesitaba el reporte: “Cagó bien. Dos veces”. Tal como lo hacen las madres de niños y bebés humanos. Desde que mis perros empezaron a comer alimento crudo (recomiendo), la digestión de Egon (acostumbrado a alimento balanceado) cambió por completo; antes no podía comer una ‘bolita’ demás que ya se descomponía, y hoy pasa de zanahoria a atún, alternando con caramelos que se encuentra por la calle, sin mayores complicaciones. Entender cómo ayudarle a producir una mejor deposición es de los gestos más cariñosos que tuve para con mi perro. Dedicar mi tiempo a entender qué tiene que comer para cagar con facilidad es mi mayor logro con Egon.
Ahora bien, yo también cago (can you believe!?) y lo hago a diario y sin mayores dificultades (praise the Lord) y también lo hacen mis amigas (no voy a dar nombres, no se preocupen). Tengo amigas que cagan con facilidad en cualquier lado, pero también amigas que pasan días y días sin poder “ir de cuerpo”. Tengo amigos que cagan con facilidad en cualquier lado. Los hombres suelen tener una relación más franca con la mierda.
Unas vacaciones, cuando hablar de caca todavía era un tabú en mi grupo de amigas, la que compartía el cuarto conmigo se intoxicó, el baño no era lo suficientemente hermético y a raíz de ello abrimos un portal de confianza nuevo e inesperado entre nosotras: lejos de hacer un trío con algún brasileño hot, crecimos en intimidad gracias a los ruidos y olores que venían del intestino de mi pobre compañera de habitación. Investigando muy por encima, aprendí que el olor de la mierda es el resultado de la interacción entre el triptófano y las bacterias presentes en nuestro organismo. Aprendí hace poco también que quienes padecen la enfermedad de Crohn están condenados a cagar con olor fuerte de por vida y que deben aceptarlo y comunicarlo a su alrededor (compañeros de trabajo inclusive) para que sepan que ésa será una constante y habrá que acostumbrarse a vivir con ello: menudo panorama.
Saló o los 120 días de Sodoma.
Esta película de Pier Paolo Pasolini metaforiza acerca de la sociedad y su mierda, desde el ángulo político. Si no la vieron, no la vean. Toda la película es intensa, pero alcanza su pico de “inmirabilidad” cuando los protagonistas son obligados a realizar coprofagia. Si no saben lo que es, googleen pero bajo su propia responsabilidad, no me hago cargo.
La metáfora plantea que la clase política, los dictadores, y los mercados nos obligan a comer mierda para ser parte del sistema genocida dominante. En la película, Pasolini usa la imagen más específicamente para señalar la producción de alimentos industrializados, y la rodó en el año 1975, así que prefiero no saber qué pensaría de cómo estamos comiendo ahora. Aunque pensándolo bien, puede que estemos mejor. Gracias por allanar el camino, Pier Paolo. Y era broma: si no la vieron y se animan a verla, véanla; es de esas películas que hacen del cine un arte y no solo un espectáculo, y que demuestran que el arte es, principalmente, un levantamiento.
Nuestra propia mierda.
Me animé a prestarle atención a este super pop bestseller, ”The subtle art of not giving a fuck”. Siempre lo miré desde lejos porque el título es la epítome de clickbait y trato de elegir con cuidado las trampas en las que caigo. Sorpresivamente, me encantó. Simple, breve, zero bullshit y down to earth. Para fanáticos del pragmatismo más pragmático: una guía rápida para re-direccionar la atención que le prestamos a ciertas tensiones que no hacen más que complicarnos y engañarnos emocionalmente. ¿Cuáles son dichas tensiones? Para mí, la lista se ve algo así:
Permanecer en un trabajo que nos hace sentir miserables.
Aferrarnos a vínculos dañinos (léase vínculos como formas de relacionarnos con personas, no las personas en sí.)
La obsesión con ideales fijos e inmutables, como parte de un manual de vida y de cuya concreción depende nuestra paz mental (en otras palabras, estar cerrados al cambio como parte central de la aventura de estar vivos). La rigidez mental y emocional.
El espejismo que es el dinero. Lo voy a dejar ahí.
Procesar a diario el esfuerzo físico y emocional que nos demanda responder a esta pequeña lista (y eso que descarté otros tantos ítems) es lo que yo llamo estar en la mismísima mierda. Atrapados en ciclos que son una cagada nos movemos desesperados intentando sanarnos y sanar a otros; pero la mierda sigue ahí, hediendo. Básicamente lo que estoy diciendo es, sí, que el dinero no hace a la felicidad, que tu trabajo no debería sentirse como un trabajo, y que nuestros vínculos deberían ser de todo menos dañinos. Nuestros ideales son la demostración fáctica de que nuestro cerebro es capaz de procesar conceptos y adjudicárselos a nuestra capacidad de sentir emociones, que cambian a diario y mutan a medida que mutamos nosotros también. Por lo tanto y cual bolo fecal: nuestros ideales deberían transformarse a diario, al mismo tiempo que nos nutren y eliminan del organismo todo lo tóxico.
Hay montones de mierda esperando por nosotros. El punto no está en alejarse de la mierda, sino en descubrir cuál es el tipo de mierda que somos capaces de limpiar con disfrute.
Get that shit together.
Y para cerrar, una del romántico empedernido de Drake, que lo tiene claro hace rato: necesitamos ocuparnos de nuestra propia mierda antes de ocuparnos de la de un otro, como bien avisan en los aviones durante el anuncio de seguridad.
Vaya mierda, terminó esta entrega. Pero ya saben, en cualquier momento vuelvo a aparecer, como esas ganas inesperadas de ir al baño.
Hasta la próxima, babies!