Yo no quiero decir nada, pero... estamos cada vez más perezosos.
Esta entrega se parece más a las primeras, un potpourri de comentarios, un par de links que pueden servir.
¿Cómo faltar a un evento? Una de las tantas utilidades del autoconocimiento.
Me encuentro seguido evadiendo invitaciones a eventos. Un asado el fin de semana, una ida al cine, unos mates en el río. Cambio de idea a última hora, cancelo planes, no quiero salir. Lejos de tratarse de un estado de ánimo, es una puja entre mi ‘yo social’ y mi ‘yo recluso’. Soy una persona “de su hogar”, me gusta mucho estar en mi casa, tengo dos perros de los que disfrutar y de los que ocuparme, tengo mis ideas, mis proyectos, mis libros, ¿por qué querría salir? Nunca me pareció imperativo ni urgente. Crecí en una casa con acceso al aire libre y exposición al sol, se ve que simplemente me acostumbré a no “salir por salir”.
Si, ya sé: vitamina D, socialización. I get it. Es solo que a veces, simplemente, no quiero. Lo que sí sufro es tener que cancelar a último momento, tener que disculparme. Me gustaría que la sociedad fuese más benévola con quien decide “no ir”. Ojo, que también me molestaría a mi si me cancelan a último momento, y como esta conversación no es la más cómoda de tener, me planteé ejercitar (aún más) mi capacidad de autoconocimiento en relación al problema y hacer del ejercicio, una herramienta. Les describo mi método, consiste en cuatro tareas:
Definir los propios límites.
Como ya experimenté esta sensación anteriormente, recorro la experiencia en mi memoria e identifico qué situaciones me hicieron sentir incómoda. En mi caso, me genera ansiedad depender de terceros para irme de un evento, ya sea porque queda lejos o está incomunicado y dependo de un conductor de coche (o de gastar mucho dinero en un Uber). Pero pueden ser otros los límites, como por ejemplo que más del 50% de los asistentes sean personas que no conozco y por ende tenga que pasar buena parte del evento hablando de mí de una forma muy básica con gente que no sé si me va a interesar. Defino mis propios límites: distancia y gente desconocida (por ejemplo).Redactar las excusas.
Disculparse no es necesario (nadie está obligado a hacer algo que no quiere), sin embargo, es importante dar una explicación para que el mensaje no sea vago ni hiera sentimientos. “Voy a definirlo sobre el momento, ¿te sirve? Si necesitás que confirme ahora, no estoy en condiciones.” “Por un tiempo me estoy absteniendo de ir a ese tipo de eventos, gracias.” “Me encantaría, pero estoy en un momento más introspectivo y conocer gente me parece el peor plan del mundo, aparte ya tengo otro compromiso (mirar el techo).”No mientas.
No le estás haciendo daño a nadie (si decís la verdad). Tus excusas son válidas porque son lo que elegís hacer con tu tiempo libre. Tus luchas son tuyas (no tengo dinero, no estoy tomando alcohol, no quiero fumar y estar en ese ámbito me representa una lucha contra mi adicción, no quiero exponerme a conocer gente, lo que sea).Explicar con claridad y asertividad por qué no irás.
Todas las anteriores. Si sos capaz de explicar por qué no ir, sin mentir, y basándote en lo que te hace bien (autoconocimiento y cuidado), no hay error. Si el otro se enoja, ojalá también pueda explicarte con la misma calidad por qué se enoja, pues probablemente esté equivocado y puedan arreglar la diferencia.
Bonus track: animarse a ser sincero y abierto sobre tus propios problemas es una invitación a que más personas hagan lo mismo.
¡Ah… tan solo un sueño, un mundo en el que todos seamos honestos, introspectivos y consecuentes!
Mi primera visita a un museo en el Metaverso (mi primera visita a un museo desde antes de la pandemia).
Me gustó, pero más importante que eso: me pareció normal.
Soy de las personas a las que el metaverso (como idea popularizada por Zuckerberg) les tiene medianamente sin cuidado. Principalmente porque soy anti hypes, por ende, no me subí a la ola. Pero este fin de semana me interesé en ‘oncyber’, un poco por curiosidad (y para estar a la altura de las preguntas que me hacen mis amigas que no trabajan “en esto”) y otro poco por interés genuino (algunos de mis proyectos tocan la teoría de los posibles metaversos). oncyber.io es un ‘world building engine’ y su proyecto OM pretende ser un metaverso 100% descentralizado para cuando llegue el verano 2022.
En este “mundo” auto-gobernado (de ahí su naturaleza sin intermediarios, ergo, descentralizado) se alojarían ciudades y distritos que a su vez albergan a ciudadanos (yo los llamaría “cyudadanos”, sugerencia). Es “brand-neutral”, lo que quiere decir que no está pensado para que anunciantes o marcas saquen provecho directo de él (sabemos que al final siempre sacan provecho de alguna manera) y ésa (¿su relación con el capitalismo?) es su principal diferencia con “los otros metaversos” o mejor dicho los que dominan la conversación durante el último par de años.
Me gustó la experiencia de mirar NFTs, otro fenómeno del que tomo un poco de distancia. No porque no lo entienda o no me interese, sino porque personalmente me irrita el excite “alrededor de” o el hype como ya mencioné en un párrafo anterior. Pero creo que es un rechazo natural y que con el tiempo voy a terminar cambiando de opinión; sin ir más lejos hoy ya me desperté pensando en comprarle un NFT a Raw y proponerle meter piezas en algunos de los museos dentro de oncyber. Este museo llamado Bharat Krymo’s Musée d’art 2, por ejemplo, se parece mucho a cualquier museo de la vida real. En el ‘6529 Museum District’* hay otros Espacios más minimalistas que el Bharat y más oscuros también (en especial el Espacio llamado ‘Imagined Worlds’).
Este que les pongo de muestra es el que más me recordó a los museos que conozco en la realidad, y las obras me parecieron bastante agradables (opinión personal, claro). Ojo, en todo este mundillo hay mucha impronta de la cultura ‘internetera’ que, si no la consumís, te quedás afuera.
Ahora bien, el gran desafío que enfrentan los amigos de oncyber es la integración de OM con la realidad. Buscan expandir los Espacios a disciplinas educativas, tecnológicas, experimentales, y quieren que este metaverso se conecte de alguna manera con la realidad. OM está en etapa Alpha y es gratis.
La obsesión por crear metaversos capaces de integrarse con el mundo físico (no solo a través del humano que entra, pero principalmente expandiéndose hacia los sistemas de la realidad) es una idea que, en cambio, sí me fascina. La e-Residency de Estonia que saqué hace unos años (y no usé para nada) fue mi primer intento por entrar a una forma distinta de habitar este planeta. No la usé, en gran parte porque para hacerlo todavía hay que responder bastante más a las leyes del mundo real que a las del virtual (o sea, depositar dinero fiat en un banco, abrir una cuenta bancaria en un banco del mundo real, lidiar con contadores y pagar impuestos del mundo real). Eso a mi me suena más a un brete para evadir al fisco de manera legal, que no me parece mal, solo que no es lo que busco. Yo lo que anhelo es una conexión válida entre ambos mundos, una que me permita acreditar mediante el uso de la tecnología que estoy “en regla”, y que esas reglas (nuevas, encriptadas, descentralizadas, registradas en la cadena de bloques) impacten en las leyes del mundo real. O sea: que si me caso usando un smart-contract, ese pacto sea válido también en la tierra, y punto. Anhelo que exista un metaverso en el que quienes no comulgamos con las leyes existentes podamos ponernos de acuerdo entre nosotros mientras seguimos mojando nuestras barrigas en el mar, ¿es mucho pedir? ¿Es acaso OM mi lugar? Bueno, dejo de divagar (por hoy). Entren a chusmear.
*Si necesitan ayuda para entrar, me avisan.
Survival of the fittest.
Hablando de espacios artificiales… No logro naturalizar la imagen de una persona en un espacio cerrado haciendo de cuenta que camina. Las máquinas, las rutinas, los supervisores. Los estímulos varios: espejos, música, TV. Los ejercicios que no requieren del uso de “aparatos”, tienen su horario cierto y se hacen en grupo, en sincro. Y lo más importante de todo: tenés que pagar para ejercitar tu propio cuerpo.
Ejercitarse en parques que cuentan con estaciones pensadas para la calistenia, de acceso público, anónimo y gratuito serían - a mi juicio- el equilibrio perfecto entre ir al gimnasio cada mañana o volver a perseguir antílopes for a living.
A pesar de que los gimnasios me resulten conceptualmente nefastos, últimamente he estado pensando en que la gente que asiste a ellos probablemente forme parte de la porción más evolucionada de la humanidad, osea: la edición más avanzada de la especie homínida. Veo la ida al gimnasio como una vía de escape a la pereza. La pereza no es un estado de latencia sino de permanencia. El perezoso se encuentra despierto gracias a un uso muy austero de su reserva energética; ésto hace que cada actividad que lleva a cabo le resulte agobiante. Similar al letargo, la pereza representa cierta estabilidad, un status quo en el que no hay exabruptos ni reacciones extremas. Un abanico promedio de emociones mediocres. El perezoso ni se excita ni se deprime, sino que permanece en un limbo de inercia, y mientras lo hace, vive. ¿Vive?
Sorprendentemente, tanto quien asiste al gimnasio como quien sucumbe ante la pereza encarna una de las acepciones del ser zombi.
Nuestra realidad actual como sociedad es naturalmente zombi: estamos cada vez más aislados, con “más conexión” pero menos tacto, sin cuestionarnos mucho y marchando en fila. Descansar se vuelve un oasis, evadimos los abrazos y escasean las relaciones sinceras. Lejos quedó el espíritu combativo de la humanidad moderna: la revolución que transmiten por TikTok solo aborda problemáticas de clase media, y los activistas del hoy se maquillan para la prensa.
Me fui por las ramas. De lo que quería hablar es de las diferencias entre ir al gimnasio y sucumbir ante la pereza. Intuyo que todos fantaseamos alguna vez con la idea de la propia muerte, en mi opinión ésto no es más que un by product del pensamiento consciente: la certeza de que “todo esto eventualmente terminará” es un reflejo sano y sensato de la mente que transmite cierta paz.
Pero la vida mental es secundaria a la vida física, como animales que somos, la supervivencia de “la máquina” es primordial. No existen (aún) cerebros que trasciendan a sus cuerpos, pero sí al revés. Ante la falta de combustible, lo primero que entra en pausa es la consciencia. La actividad consciente podría entenderse como la capacidad de interpretar y planificar la propia vida como obra y no como accidente. Pero cuánto más zombies somos, menos nos cuestionamos, y cuánto menos nos conectamos entre nosotros, más esclavos somos de la desinformación.
Que no queden dudas: tanto atletas como coach potatoes estamos predestinados a ser zombies (a no ser que nos despertemos). En caso de sucumbir, restan entonces dos alternativas: sobrevivir a cualquier precio o perecer antes de tiempo. Ser capaces de sobrevivir implica priorizar la vida del cuerpo, y la pereza como hábito responde a la pulsión por dejar de existir de una vez y para siempre.
En definitiva, a lo que voy es a que sospecho que el futuro les pertenece a aquellos que logren generar adrenalina lo más lejos posible de una silla gamer.
Si el final del texto anterior te pareció abrupto, incoherente o inesperado, quiero decirte que tenés razón en sentirte así, pues lo único que necesitaba era cerrar este newsletter antes de que la pereza vuelva a adueñarse de mí como lo hizo durante los últimos dos meses. Pero ojo, hilo conductor sí hay ;)
Si algo de lo que te conté te interesa y querés que profundicemos, acá estoy para que charlemos. Gracias a los que siempre se animan a escribirme ❤️
Hasta la próxima, babies!