pero mando uno más, antes de que termine el año
Al fin estoy en condiciones de sentarme a escribirles. La rutina sirve para muchas cosas, entre ellas, chuparse la energía creativa de algunas personas, la mía por ejemplo.
Pienso que la gracia de decidir crear un newsletter es poder elegir cuándo lo mando y cuándo no, por más caprichoso que pueda parecer. He recibido algún que otro reclamo de mis más fanáticos lectores (son como cuatro!) y en lugar de sentirme en falta, expliqué: “cuando pueda, vuelvo", casi como un experimento de resistencia a la presión (y no cualquier presión sino la de “deberse a un público").
Este ejercicio (escribirles periódicamente) me sirve de ordenamiento intelectual: consiste en calcular, entre todos los temas que me interesan, cuál podría interesarle también a mi pequeña audiencia de lectores frecuentes. Es un ejercicio generoso y cariñoso que incluye algo de ética, algo de creatividad y un nivel muy pero muy básico de manejo de algoritmos.
Me pasó también que en determinado punto tenía tantas novedades para compartir que el panorama me terminó por abrumar: el algoritmo me daba ERROR.
Voy a ir tratando de mantener el hilo, cualquier cosa ya saben, se dan de baja o me critican.
No es por nada que los clásicos no pasan de moda.
Antes de venir para Brasil esta semana, elegí de mi preciada biblioteca un libro que cumpliera los tres requisitos de ser un libro de viaje:
Que el tema sea capaz de atraparme (para no haberlo llevado al pedo).
Que sea un libro que no leí (para aprovechar y aprender algo nuevo, ya que soy muy fan de reeler libros).
Que no pese mucho (¿para qué va a ser, tengo que aclarar?).
‘El arte de amar’, de Erich Fromm, cumplía con todos los mandatos. Muy en línea con mi momento actual de terapia, me llenó de insights con los que sentirme identificada. Le compartí unas líneas a mi terapeuta, quién respondió con el siguiente mensaje:
Este libro -un clásico- había estado en mi biblioteca por años esperando ser leído. Es más, estaba esperando ser adoptado. Cuando lo abrí para ojearlo me encontré con que el libro tenía dueño: Marcos Lanz. Marquitos me lo había prestado unos años antes de morir en un accidente en su moto, en Nevada, en 2013. Me alegra enormemente haberlo desempolvado y que nos estemos haciendo tan felices mutuamente. El libro es (como ya dije) un clásico, probablemente ya visitado por algunos de ustedes, o a la espera de ser descubierto, como casualmente le pasa a mi amigo Fran, quien también lo tiene en su biblioteca esperando ser leído. ¡Vaya apostolado el de ser un libro!
En su best-seller, el sociólogo-psicólogo-filósofo que hay en Fromm presenta al amor como una experiencia para la que es requisito cierto aprendizaje. También desafía creencias como la del ‘amor incondicional’ o ‘instintivo’, y teoriza con muchísima claridad acerca de los distintos orígenes de estos amores que experimentamos a lo largo de nuestra (a veces tediosa) vida humana.
Si algo me tocó sortear en lo personal es ésta tarea, la de aprender a amar, y a ser amada también, de formas no convencionales. Por momentos, odio que me haya tocado en suerte ése rompecabezas, pero cuando logro armarlo la satisfacción es genuina y total. Tal es el caso de mis hermanas, no las personas con las que comparto pariente, sino las mujeres que elegí por tales. Y ojo que no me baso en la idea cliché de que “los amigos son hermanos que elegimos bla, bla, bla” sino en lo fáctico de su compañía incondicional durante las experiencias crudas que me tocaron vivir y en las cuales siempre y solamente estuvieron ellas.
Hablando de clásicos que no pasan de moda, hace poco nos volvimos a juntar con mis amigas que son hermanas, después de mucha espera a raíz de nuestra extensa cuarentena. Reírse con dolor de panza y lágrimas, es una de esas experiencias a las que Fromm se referiría como evidencia de la exitosa construcción del amor, son momentos en los que lo único que importa es ese vínculo con un otro que es capaz de hacerse uno conmigo, de hacernos uno en la medida de lo oportuno: madre - hijo, pareja romántica o amiga que es hermana. Ellas son y han sido siempre una conmigo en mi dolor y en mi felicidad.
La última vez que nos vimos, amenacé: “si me prometen que nos reímos así una vez por mes, me quedo a vivir en Argentina para siempre”. Ojalá que no agarren viaje porque la verdad es me quiero ir cuanto antes.
Ya había plantado un árbol y acabo de escribir un libro. Busco donante de esperma.
Bueno, salió el proyecto del libro de Egon y es de las sensaciones más complejas que viví. El miedo a que nadie lo quiera, la certeza de que si nadie lo quiere igual tengo que insistir porque, eventualmente, alguien lo va a querer. No me cabe duda de ésto y no porque la obra sea excelente, sino porque para cada libro hay un lector así como para cada roto hay un descosido. Quedó re lindo, lo hice en colaboración con Raw Ramirez: vándalo ilustrador, artista callejero y tatuador eximio. Pasen y vean pero principalmente, COMPREN. Egon, the book.
El libro cuenta la historia de cómo Egon (mi perrito) deja su hogar inicial para encontrarse conmigo y con Raw, hace poco más de tres años. Lo que busco con éste proyecto es, además de contar esta historia que considero preciosa, promover la adopción como opción de valor a la hora de incorporar un perro a la familia. Adoptar en vez de comprar, lejos de ser un problema, es una gran solución y considero que es importante empezar a hablar de esos pequeños hábitos que tenemos normalizados, como es la producción en masa de mascotas. No me voy a extender sobre este tema, no se preocupen, pero créanme: es un negocio que se basa en giladas mientras que adoptar es hacer un bien y resuelve el mismo deseo de tener un perro.
Si se copan visitando el proyecto (va de nuevo por las dudas: Egon, the book) van a encontrar más info sobre los beneficios de tener un perrito en casa, principalmente para los más chicos, y pueden ver el video tierno que armé para presentarlo. Y si saben de alguien a quién le pueda interesar, compartan porfi!
#AdoptDontShop
Para ir cerrando esta entrega voy a enfocarme en algunas recomendaciones finales.
Hay mucho dando vueltas respecto al uso consciente/responsable de las redes sociales. El documental de Netflix tiene que haber influenciado, sin dudas, para que el público masivo se vaya enterando del tema.
Mi opinión personal al respecto es simplemente que las redes sociales nos tienden diversas trampas. Hoy me voy a centrar en una de ellas: la ilusión de que entrar a chequear Instagram o Twitter “nos da algo para hacer” cuando probablemente ya teníamos otras tareas pendientes que no queríamos encarar. Esa sensación de urgencia que está titilando en nuestra mente se resuelve inmediatamente (por ende más fácilmente) con tan solo scrollear. Pero, al final lo único que nos queda es una tarea más importante sin resolver y pospuesta, una vez más. Si quieren informarse y tomar herramientas, les recomiendo chusmear el blog del behavioral designer Nir Eyal.
How we spend the hours is how we spend our lives.
Uno de mis autores más visitados de este año fue Michael Pollan. Quizás lo hayan visto en su serie documental de cuatro episodios en Netflix: Cooked o lo recuerden de mis menciones a sus libros, en números anteriores de este mismo newsletter. El hecho es que Pollan dedica gran parte de su investigación a estudiar el alimento en el contexto cultural actual. Enfoca desde distintos ángulos, contrapone comida VS nutrientes, habla de nutricionismo (esta corriente por envasar vitaminas y minerales sin tener en cuenta sus fuentes naturales) y tiene dos grandes máximas, en base a las que trato de vivir cada día: la primera es “Eat food, not too much, mostly plants.” La segunda, “Shake the hand that feeds you.” Esos dos consejos resumen lo que vengo aplicando acerca del tema a lo largo de los últimos dos años. Lo recomiendo mucho, es fácil de leer, y sus audiolibros suelen estar narrados por él, lo cual es un gran extra.
Van tres que leí y recomiendo:
The Omnivore’s Dilemma
In Defense of Food
The Botany of Desire
Y de yapa su audiolibro sobre el café, también muy interesante.
Caffeine: How coffee and tea created the modern world
Learn to love food that loves you back.
Y para correrme un poquito de mis típicos temas, dejo una última recomendación: algunos de los pintores hiperrealistas que más me gustan. El hiperrealismo es una técnica pictórica que se utiliza para retratar la realidad de manera fiel y creíble. Se puede confundir fácilmente a una pintura hiperrealista con una fotografía. El típico objeto del hiperrealismo es, por supuesto, lo mundano: todo aquello que carece de un interés sobresaliente, como son los eventos cotidianos y las cosas comunes. ¿Qué hace que un artista capaz de representar tan fielmente la realidad se enfoque en estos elementos que carecen de carácter extraordinario? Probablemente lo llamativo sea eso mismo: el interés por lo no-interesante.
En el espectro de representaciones hiperrealistas nos encontramos con distintos caracteres, mis favoritos son Diego Gravinese y Chloe Wise (su exhibición actual se llama “And everything was true”😱). Ambos, además de profesionalizar la técnica agregan capas claras de pensamiento a sus obras. Chloe además de pintar es realizadora/escultora y tremendo personaje en sí misma, no dejen de conocerla.
Diego, cuyo taller visité y a quien conocí personalmente, tiene una personalidad muchísimo más bajo perfil, profunda y mística.
Milk Girl - Diego Gravinese. Óleo sobre tela, Argentina 2008.
Hay otros artistas hiperrealistas que me gustan, más “tradicionales” en lo que retratan, como es Julian Merrow-Smith, o los que están iniciándose como Romulo Jackson.
Como no tengo chiste para cerrar este número, les dejo una cuenta de twitter que me gusta mucho y que publica chistes inventados por chicos. Personalmente recuerdo el momento de contar chistes de mi infancia con mucho cariño. Se ve que hacer reír a la gente es algo que siempre me quitó el sueño.
Gracias, de corazón, por leer. Saluden al 2020 que se va!
Hasta la próxima, babies!