Yo no quiero decir nada, pero... me parece muy interesante que se pueda decir algo así.
eh?
El título se lo dejé al ‘autocomplete’ del teléfono, porque en el número de hoy voy a hablar de la magia de lo aleatorio.
La función de auto-completar del teléfono (o “texto predictivo”) es como un Cadáver Exquisito pero sin alma. Al fin y al cabo la Inteligencia Artificial es justamente eso: un sistema de pensamiento que carece de alma.
Mi territorio natural suele ser el caos. No es algo de lo que me sienta orgullosa (o bueno, un poquito sí), pero viví la mayor parte de mi vida inmersa en él, y por eso me siento muy cómoda en el desorden. Confío en el resultado orgánico de algunos procesos y en el tiempo como escultor de las ideas. No creo que el caos por sí solo sea capaz de hacer todo el trabajo, pero sé que dándole las herramientas necesarias, el caos genera orden. Para quiénes sepan algo de revelado fotográfico y sistema zonal, es la técnica de “ubicación y caída”: que consiste en entender la sensibilidad de un negativo y así saber cómo iluminar la escena de manera que todos los elementos entren en el espectro visible, o no. Cuando el caos juega en un sistema controlado, los resultados pueden ser muy buenos y sobre todo, muy únicos.
La frase “todo pasa por algo”, lejos de ser mística, para mí es bien literal y obvia. Por ende, muy cierta. Esta semana estuve leyendo “Fooled by Randomness” de Nassim Taleb, que a pesar de estar enfocado en los mercados financieros, presenta algunas máximas sobre el poder de lo aleatorio que aplican a cualquier situación cotidiana, ya que lo aleatorio siempre tiene la última palabra. Habla de algunos sesgos cognitivos, entre ellos el que en Argentina llamamos “el diario del lunes”, el Sesgo Retrospectivo: la tendencia a considerar obvias y claras las explicaciones de un suceso que nadie fue capaz de prever, una vez que ya ha sucedido. Por ejemplo, cuando se difundió que el Coronavirus había surgido gracias a una persona que comió sopa de murciélago, todos dijimos: “¡Era obvio que iba a salir mal!” Sin embargo, ni esa fue la primera persona en comerse una sopa de murciélago, ni tenemos certeza de que se trate del paciente cero. El punto es que esa teoría nos satisface gracias a lo que seguramente también sea algún otro sesgo cognitivo.
Durante los últimos meses, pudimos ver cómo se aplicaron distintas teorías en distintos países con el fin de resolver esta crisis que nos tiene atrapados. Por el momento no tenemos certeza de cuál sea la mejor de todas. Quizás con el diario de unos cuántos lunes podamos entenderlo todo mejor. Algunas veces, al volver de hacer las compras o de pasear a Egon, mientras me limpio las manos me pregunto “¿Me lo habré agarrado en esta salida? ¿Seré capaz de reconstruir el momento en que me contagié?” como insistiendo en la necesidad de explicármelo todo, de controlarlo todo, incluso el momento en el que me dé el COVID.
En las palabras de Nassim:
No matter how sophisticated our choices, how good we are at dominating the odds, randomness will have the last word.
La única solución entonces es mantenernos fieles a nuestros sistemas, a nuestros protocolos de comportamiento, que son los únicos capaces de darnos resultados favorables, aunque sea a largo plazo.
Hablando de lo aleatorio:
Esta semana mi amigo Igor me pasó esta joyita internetera de cuarentena: Window Swap, que consiste en un sitio dónde se proyecta “una ventana aleatoria en el mundo".
La ecuación tiene además, el factor voyeurista, uno de mis trastornos favoritos (qué excéntrica, ¡mirá si vas a tener un trastorno favorito!).
El voyeurismo del que disfrutaba Hitchcock (varias de sus películas viven en ese barrio) habla no solo de su uso más habitual relacionado a lo sexual, sino de su aplicación intrínseca al cine como expresión voyeur en sí misma. ¿Qué separa al morbo del voyeurismo cuando bajamos el volumen de la tele para escuchar si se están peleando los vecinos? ¿Qué es lo que nos atrae del cine porno, lo que vemos en sí o el hecho de que lo podamos ver?
Cómo nos sentimos frente a lo público y lo privado no es igual para todos. Solemos empatizar con quiénes perciben la intimidad de una manera similar a la nuestra pero también empatizamos a escondidas con quiénes lo conciben de la manera opuesta: los exhibicionistas. Pasamos horas revisando las vidas ajenas a través de esas ventanas en las que está permitido hacerlo (si, claro que hablo de Instagram). Y nos queremos morir cuando nos topamos con un perfil que tiene “candadito”. No nos animamos a pedirle que nos deje seguirle, pero bien que hubiésemos husmeado de haber podido.
Sobre pornografía, sexualidad y voyeurismo tengo tanto para decir que no logro empezar. En mis épocas de traductora de películas del BAFICI, me tocó subtitular el documental 9 to 5: days in porn y aprendí que la industria del porno puede ser puro oficio. Sabemos también que la industria del porno puede ser puro tráfico de personas, por eso me cuesta mucho encarar un texto sobre el tema. Lo sexual es político, (espero que eso lo tengamos muy claro todos) y es urgente que empecemos a dejar de considerarlo un tabú por miles de motivos, pero principalmente porque considerarlo un tabú nos convierte en hipócritas.
Volviendo a proyecto de las ventanitas, pueden abrir el link tranquilos que las ventanas apuntan para afuera de las casas y fueron revisadas antes de subirse a la web, no hay desnudos ni contenido sensible ; )
Prometo que otro día hablo más sobre sexualidad, tabúes y voyeurismo.
Indulgencia.
Cuando yo era chica, en el colegio católico me enseñaron que la indulgencia era la capacidad que tenía Dios de perdonar a los humanos por nuestros pecados. A eso de los 27, cuando empecé a trabajar en marketing para Arcor, me enteré de que la indulgencia eran las ganas de comerte un chocolate. Tiene sentido.
El hecho es que no soy muy buena para las indulgencias. De mi último viaje me traje una bomba de baño de LUSH, que huele a Dios bañado en chocolate. Desde que empezó la cuarentena, al menos una vez por semana me pregunto “¿y si me doy ese baño de inmersión hoy?” así que pensé “voy a contar en el newsletter que me cuesta un huevo hacerme feliz y darme gustitos”. Lo que estoy esperando para hacer uso de la bomba de baño es una de dos: 1) que me pase algo tan genial que merezca celebrarlo con un baño de inmersión; 2) que me pase algo tan grave que merezca consolarme con un baño de inmersión. Qué talento para la pavada…
Cuestión que hace un par de días, vi la bomba en el baño y la agarré como diciéndole “voy a hablar de vos en mi blog”, solo para encontrarme con que VENCE A FIN DE MES, así que se acabó la mística, no me va a quedar otra más que usarla pronto : )
Only when words outperform silence.
Creo que estos 6 números sirvieron de aperitivo y con el objetivo de mantenernos relevantes (el ñusleter y yo), voy a permitirme más tiempo entre envío y envío para así elegir mejor los temas y aparecer en sus inboxes en dos momentos importantes del mes: el 1 y el 15.
La cita ("Solo cuando las palabras sean mejores que el silencio”) también es de Taleb, aunque él no es el primero que dice algo así. Si no me confundo también lo dijo Confucio, pero puede que esté confundida, jajaja #perdón.
Hablando en serio, si ven que me demoro es porque le quiero dedicar más amor a esto, a pesar de que parezca lo contrario.
Durante los últimos días fue tendencia en twitter una conversación acerca de “no humanizar a las mascotas”. Y es una coincidencia muy graciosa, porque la viñeta para el cierre de hoy, a diferencia de los anteriores, se le ocurrió a Egon.
Que tengan una linda semana.
Hasta la próxima, babies!