La verdad es que este newsletter/mailcito nació como un ejercicio personal en busca de ordenar mis pensamientos al mismo tiempo que comparto con un grupo selecto de lectores (o debería llamarlos selectores?) reflexiones y novedades que creo que les pueden llegar a interesar. No pretendo que todo les interese, ni que todo les resulte novedoso, lo importante -para mi- es poder enviarles esta bitácora a modo de puente para que ustedes:
Se informen.
Reflexionen.
Entrenen la lectura (créanme, perdimos la paciencia para leer).
Me cuenten sus ideas.
Sepan que estoy viva.
Con que hagan una sola de estas, me conformo. Y ojalá vayan más allá de tan solo corroborar mi existencia.
Dice Burger King que las vacas se tiran pedos
Y es verdad. Cada vez que leo algo sobre el tema me causa gracia, creo que todavía me hacen reír los pedos, debe ser por eso. Gran parte de las emisiones de gas que están haciendo pelota el planeta vienen de los pedos y eructos de los animales rumiantes. Si estás pensando “bueno pero así es la naturaleza” te recuerdo que la producción ganadera de los últimos 30 años se ocupó de generar una “superpoblación” de vacas, y esto hizo que el sistema se sature (o algo así).
Actualmente existen esfuerzos activos para combatir la expulsión de gas metano, enfocados en cambiar la alimentación de estos animalitos, y éso es lo que nos cuenta hoy Burger King:
Since we're part of the problem, we're working to be part of the solution.
Bueno, cuestión que le pegaron por todos lados, veganos y carnívoros por igual. Por primera vez me sentí como esos hombres que argumentan “si las minas quieren ser iguales entonces que aprendan a cambiar una rueda”, como si eso fuera un argumento lógico o válido. Veo perfectamente que el comercial es demagogo (niños de todas las etnias cuyos atuendos forman la bandera LGBT) y sé que la iniciativa está muy cerca de ser ‘greenwashing’. Pero también veo que la pieza se anima a hablar de lo que la mayoría de la población carnívora barre bajo la alfombra, y comunica una acción concreta por parte de uno de los principales responsables del problema. ¿Qué esperamos de estas compañías? ¿Preferimos que Burger King siga sin hacer ningún cambio? O peor, ¿somos tan inocentes como para pretender que Burger King cierre y deje de contaminar el planeta de un día para el otro?
Charlando con colegas, surgió una opinión que hablaba de hipocresía. Y eso me llevó a preguntarme ¿por qué nos parece hipócrita que BK comunique una acción en la dirección correcta? ¿Dónde están esas agallas cuando el brief que trabajamos es para vender más autos? ¿O para una marca de lotería? Mi hipótesis es que estamos todos muy confundidos, y eso nos enoja.
Hace poco me encontré debatiendo dos ejemplos que también dieron para polémica: Sprite y el Orgullo y Bodyform con #WombStories. Son compañías (no solo marcas) buscando pasar un mensaje. Ese mensaje no necesariamente los representa como organización pero protagoniza las conversaciones de los consumidores. Los publicistas nos cansamos de repetirles a las compañías que tenían que hablar de lo que estaba hablando la gente y eso es lo que pasó, ahora las marcas salieron a hablar.
¿Por qué creo que es importante que lo hagan a pesar de que a los publicistas no siempre nos cierre el cómo? Porque es un mensaje que le habla a otras personas, y esas otras personas son un montón de gente.
Burger King no le está hablando a los veganos conscientes, sino a los carnívoros que jamás se cruzaron con información acerca del problema ecológico que significa la industria cárnica. Sprite le habla a la señora de clase media que se identifica con la abuela del comercial. Bodyform le habla a la chica que no habla de su vagina con sus amigas, o a vos lector fan de las pelis de acción pero incapaz de mirar de frente a un tampón con sangre. Estos comerciales allanan el camino para que las conversaciones de nicho dejen de ser de nicho, porque la humanidad solo “avanza” cuando logramos ponernos de acuerdo entre muchos.
Seguimos con los memes
Se pusieron de moda las cuentas de Instagram de nombres. Bajo el lema “el que no labura es porque no quiere”, surgió esta ola de perfiles que lo único que hacen es escribirle un nombre a una foto protegida por derechos de autor, llenarse de seguidores y BAM! venderla al mejor postor pues, adivinó: tienen miles de usuarios cautivos. Esta observación se la debo a mi amigo Lucas, aclaro, porque a mi no me gusta robarle el crédito a nadie (?).
Surgieron de a montones, de FRIENDS, de Los Simpsons, de perritos, de gatitos. Me recordaron a este preciado objeto de la infancia (de la tuya, porque cuando te llamás Dulce no hay nada con tu nombre):
Esta “fiebre” me hizo recordar los tests de personalidad de Facebook de hace un par de años atrás, y ¿se acuerdan quién estaba detrás de todo eso, no? En fin, yo que ustedes no les doy follow.
¿Para qué sirven los chistes?
Los chistes tienen un objetivo más allá de lo obvio (hacer reír). Cumplen una función retórica o discursiva. El humor nos indica, según el contexto, de qué nos podemos reír y de qué no, qué temas deben ser tratados con liviandad, cuáles con seriedad, y qué otros no debemos ni siquiera abordar (mejor no hablar de ciertas cosas).
Que algo sea productivo en términos humorísticos quiere decir que existe un público de suficiente volumen que se ríe y lo celebra. Cuando esto sucede, ese relato puede tener lugar hasta el día en que deja de causar gracia. ¿Y por qué pierde la gracia? Entre otras razones, un tema pierde la gracia cuando cobra notoria seriedad en la conversación sociocultural del momento. Es el caso de la misoginia o los conflictos raciales a lo largo de los últimos años, el tópico gana seriedad y por consecuencia deja ser “ser gracioso” de manera paulatina. Como sociedad pasamos a decir “entiendo por qué esto sería chistoso pero elijo no sumar mi risa a lo que para otro significa una ofensa”.
Este ejemplo de arriba es la resignificación de una viñeta pre-existente. En el chiste original vemos cómo en el primer caso un empleado esbelto le dice un cumplido profesional a Susan, y ésta se pone contenta. En el segundo caso, cuando el compañero es un hombre gordo, al mismo mensaje, Susan (una conchuda) reacciona denunciándolo, porque lo considera inapropiado. El autor de la reinterpretación de esta viñeta, reemplaza al flaco y el gordo por Google y TikTok, en referencia al espamento que hicieron en USA al descubrir que “los chinos” estaban recopilando sus datos, mientras que Google, como es el orgullo nacional, puede hacer lo que quiera con la data que guarda y procesa hace más de 20 años. Entonces, ¿se ve que este chiste busca exponer un problema -la privacidad online- mientras reimprime perpetuando los estereotipos raciales, físicos y misóginos? Si este chiste no sigue una agenda, yo soy Madonna.
Pero no todo son malas noticias: el humor como sistema de comunicación es altamente necesario y saludable para una sociedad. Los chistes solo se explican según el contexto en el que se escriben.
Tengo el ejemplo perfecto en FRIENDS (si, otra vez FRIENDS). Un par de años atrás, un “rant” del cohorte más joven de millennials decidió “escrachar” a este show del siglo pasado señalándolo como un gran pifie en términos de derechos humanos. Lo que no tuvieron en cuenta fue, justamente, su época y su función. Las generaciones más jóvenes suelen cometer ese error inocente: lo utópico les (nos) arrebata lo crítico. FRIENDS trajo a la televisión, a finales de los 90, una imagen sana de posibles realidades como el matrimonio igualitario, los modelos familiares disruptivos, el feminismo y la transexualidad, además de retratar la historia -un poco edulcorada, es cierto- de 6 jóvenes neoyorquinos en la búsqueda del bienestar económico y la concreción de las aspiraciones personales. Nos habló a través de diversos ejemplos de la virtud de la amistad y de sus pormenores, y presentó 6 distintos perfiles de personalidades inseguras que navegan el furioso mar que implica alcanzar las expectativas que otros (el sistema) settearon para ellos.
Si al mirar FRIENDS hoy, nos quedamos con los chistes de gordofobia (muchos y deleznables todos) estaríamos ignorando la función del humor en esa época, a fines del siglo pasado, y al hacerlo le negaríamos la posibilidad a otros colectivos de redimirse. Un poco lo mismo que nos pasa cuando vemos un comercial que nos defrauda porque sentimos que no dice todo lo que quisiéramos que diga.
A veces el bondi que viene no es el de uno, otro suertudo se lo toma y a nosotros nos toca seguir esperando un poquito más. Confiemos en que ya va a venir el nuestro y por las dudas tengamos la SUBE cargada.
Empecé esta semana a leer a Carlo Rovelli, un loco que habla del tiempo, y como se pone muy teórico se la pasa agradeciéndoles a sus lectores que sigan adelante con la lectura. Yo me siento un poco así, bastante menos capacitada, desde ya, pero igualmente insegura. Así que gracias por llegar hasta acá. Y si llegaste hasta acá sin leer alguno de los artículos no seas pajero y volvé a subir, RAJE PARRIBA!
Hasta la próxima, babies! Nos vemos en agosto 😱.