Una amiga una vez me dijo que lo que más le gustaba de su novio era cómo él agarraba el billete con el que iba a pagar en la ventana del peaje. Yo siempre lo imaginé con la mano izquierda (obviamente), sosteniendo el papel con los dedos índice y mayor por el frente y el pulgar por detrás, como si fuera una pinza.
Es la forma en la que sospecho que cualquier persona alcanzaría un billete para que lo recoja un otro en ese contexto, dudo que haya algo especial en cómo Rodi lo hacía. Pero, para Pau, ésa forma de agarrar los billetes -la de Rodi- era algo único, que lo volvía perfecto ante sus ojos. Su respuesta me hizo pensar en que cuando te enamorás de alguien lo que importa es el resultado de pasar tiempo a su lado, un sentimiento tan fuerte que es capaz de re-escribir cualquiera de los detalles que, en otra persona, pasarían a ser insignificantes.
Lo que yo más extraño de mi ex, es atarnos juntos los cordones de las zapatillas antes de salir. Esos segundos, cotidianos y aparentemente irrelevantes, nos volvían humildes ante el otro.
Seguramente tanto Rodi como Juanito tengan varios atributos más por los que ser admirados. Pero hay algo mágico en conocerlos al detalle y poder describir de ellos algo que pocas personas se detuvieron a observar. Es lo que tienen en común Borges y Dárgelos, hablar del amor desde la óptica de lo específico. Nombrar sus puntualidades los hace nuestros: ése Rodi en el peaje es de Pau como es mío aquel Juanito tirando un papel al cesto y embocando de una.
Creo que Pau y Rodi todavía siguen juntos, deben llevar 15 años en pareja o más. Estos dos señores del video me hace pensar en ellos, y en lo que me gustaría que me pase a mí si algún día vuelvo a estar en pareja.
Hoy les hablo de amor y de aprender, al igual que el episodio del podcast que escucho mientras cocino y escribo estas líneas.
Alain De Botton, co-fundador de The School of Life, representa para mí el equilibrio entre cliché y genialidad. Su proyecto suele presentar de manera digerible conceptos filosóficos y psicológicos complejos, que de otra manera permanecerían inaccesibles a muchos de nosotros. En este episodio lo escuchamos hablar del impacto de las falencias durante la infancia de los influencers y de cómo ser pareja; también conversan sobre dejar un trabajo formal y saltar hacia “la libertad”. Todos temas que me interesan por una u otra razón. Tiempo atrás, cuando todavía intentaba ¿rescatar? mi relación con quién les mencionaba en el párrafo anterior, tomé apuntes de “On Love”, una charla en la que Alain describe con agudeza y calidad la supuesta fórmula secreta para crear vínculos sanos y duraderos (o al menos sanos). Toda esa teoría, para mí, pierde gracia al lado de alguien que no sea capaz de despertarme cierto nivel de fanatismo… pero éso, también explicaría Alain, tiene que ver con lo que cada uno aprendió sobre el amor romántico en su casa infantil, y yo crecí viendo que mis papás se adoraban el uno al otro como si no existiese nadie más en el mundo.
En fin, el punto es que después de mucho tumulto interno, me encuentro en paz conmigo misma, con mi trabajo, con mis casi 40 años y mi soltería. En paz a pesar de que sea un estado de crisis, la sociedad me recuerda que voy a contramano, pero yo estoy segura de que ésta es mi dirección, y cabezadura como soy, pienso seguir insistiendo en ella. Sé que estoy en paz porque volví a cocinar; cuando me agito por dentro no soy capaz de cocinar ni de escuchar música: necesito escuchar podcasts, audiolibros y comer mal. Sí, para mí, comer algo que no cociné yo es comer mal, tal como me enseñó Michael Pollan (buscándoles un video me encontré que lo entrevistó The School of Life, todo está conectado…).
En mi entrega anterior les decía que no escribo si no “estoy bien” o en cierto nivel de equilibrio interior. Ésto es tan cierto como inevitable. Si vuelven a pasar tantos meses no se preocupen pero sepan que estoy en proceso. Lo bueno, es que de ahora en adelante y gracias a que ya aprendimos eso sobre mí, se pueden alegrar conmigo cuando me reciben en sus casillas.
Volviendo a Alain, en esta entrevista que les pasé más arriba, habla también del proceso creativo. Valida la pausa como parte del mismo; algo con lo que me costó un poco reconciliarme pero también una de las cosas que más valoro ahora que lo aprendí: a confiar en mi proceso (aunque el mérito de ese hallazgo es de mi otrora terapeuta, el muy querido Hernán). En The Creative Act: A Way Of Being, Rick Rubin enseña muchas lecciones sobre estos procesos y dá consejos prácticos, pero sobre todo dice algunas cosas polémicas como “Quality over deadlines” o también “There’s a good time to impose a deadline. That time is not at the beginning of the process”.
Pienso que lo que me atrae de la cocina es que me permite un outcome muy de mi interés a la vez que me obliga a prestar atención y atenerme a procesos puntuales, caso contrario, fallará el resultado: todo lo opuesto a un proceso intuitivo. Indago más aún en esto, entonces, para encontrarme con que quizás la relación entre paz interior y disposición para cocinar sean nada menos que dos caras de esa misma moneda: sentirme en calma con la idea de seguir un proceso controlado, o una de las cosas que más odio en esta vida: lo ordenado.
Sobre la felicidad.
Voy a dedicar este último bloque a un tema que últimamente descubro oportuno: la relación entre expectativas e infantilidad. La infancia está plagada de preguntas aún por responder y conceptos que aprender. El espejismo más frecuente entre humanos es el de la felicidad, ¿cierto? Creemos que se puede alcanzar ese estado que suele encontrarse allá por delante nuestro; en términos budistas es la zanahoria que nunca ha de llegar hasta que dejemos de buscarla.
Alain lo describe así: “El truco de la felicidad no consiste en alcanzarlo todo sino en alcanzar aquello de lo que nos sentimos capaces.” Propone algo más “adulto” que la idea de felicidad: la realización, ésa sensación de que las dificultades a las que nos enfrentamos, tienen sentido dentro de la lógica de nuestra vida. Estamos a gusto con nosotros mismos.
Para alcanzar ése estado, hay que aprender un montón de cosas. Y salir del estado de infancia consiste justamente en incorporar conocimiento, aceptar nuevas ideas, reemplazar viejas ilusiones. La predisposición es todo, caballo empacado no sale del lugar.
Un newsletter que atesoro, es el de James Clear, que en su última entrega regala la siguiente máxima:
"When you tolerate an error, you rob yourself of learning.
When you ruminate on an error, you rob yourself of happiness.
Notice it, improve it, and move on from it."
Pido perdón si parece que esto que escribo está todo desconectado, pero juro que no lo está. Como dije antes, todo tiene que ver con todo. Si estás leyendo hasta acá es porque vos también estás abierta/o a un proceso de confianza.
Gracias por confiar en mí.
Creo que se me hizo hábito esto de mandarte una canción. Esta vez va un clásico que para mí funciona como mantra y coordina bien con las reflexiones de arriba. La sabia Tracy y sus humildes palabras que lo dicen todo.
Bye bye, butterflies.